Saltar al contenido

Entrevista a Manuel Sánchez, fundador de Don Ovillo y Don Trapillo

Hablar con Manuel Sánchez es hablar de una vida vinculada al mundo de las fibras y la artesanía. Tras más de 30 años dedicados al sector de las hilaturas, su recorrido es un ejemplo de cómo la pasión por lo hecho a mano puede transformarse en un proyecto empresarial sólido y cercano a la comunidad creativa. Desde esa experiencia nace Don Ovillo y Don Trapillo, dos tiendas online que hoy se han convertido en referencia para quienes encuentran en el tejido una forma de expresión, aprendizaje y disfrute. En esta entrevista Manuel Sánchez nos cuenta los secretos de su éxito en el mundo del trapillo, los hilos y las lanas.  

Tu relación con las lanas y los hilos empezó muy joven, ¿qué recuerdos guardas de aquellos primeros años y qué huella han dejado en tu forma de trabajar hoy?

Con apenas 10 años ya estaba dentro del taller de mis padres ayudando y observando cómo se trabajaba cada pieza desde el origen. Ahí aprendí el valor de la calidad artesanal, el respeto por el producto y el compromiso directo con el cliente. Son principios que no he perdido con los años, y que sigo aplicando igual a día de hoy.

¿Qué te llevó a dar el salto del taller tradicional al mundo online?

Principalmente, escuchar a los clientes. Vi que necesitaban no solo buenos materiales, sino un espacio donde sentirse acompañados e inspirados. Internet me permitió mantener esa cercanía y, al mismo tiempo, llegar a más personas sin perder la esencia del taller familiar. Así nació primero Don Trapillo y después Don Ovillo, como una evolución natural del trabajo de toda una vida.

Gestionáis materiales, talleres, presencia en ferias y una comunidad muy activa alrededor de las dos tiendas. ¿Cómo se consigue mantener calidad e innovación al mismo tiempo?

La clave está en la experiencia acumulada. Llevo más de 30 años trabajando en este sector y conozco de primera mano a los fabricantes que siguen manteniendo la producción local y artesanal. Eso me permite distinguir qué materiales merecen la pena y cuáles no, y saber exactamente dónde encontrarlos. Esa trayectoria es la que me permite garantizar la calidad, porque sé lo que entrego. A partir de ahí, la innovación llega escuchando a las clientas y adaptándonos a lo que realmente necesitan.

Uno de los pilares de vuestro proyecto es el compromiso con la calidad y el origen del material. ¿Cómo garantizáis que los trapillos y ovillos cumplan ese estándar?

La clave está en controlar el origen y el proceso desde el principio. Trabajamos con excedentes textiles europeos de alta calidad y eso nos permite ofrecer un material reciclado con muy buenas prestaciones. 

¿De qué manera la sostenibilidad forma parte de vuestra filosofía como marca?

Creemos en la reutilización y en el respeto por el medio ambiente. Muchos de los materiales que utilizamos, especialmente el trapillo, proceden de excedentes textiles que de otro modo acabarían desechados. Nosotros les damos una segunda vida y las manos de nuestras clientas se encargan de transformarlos en alfombras, bolsos o piezas decorativas llenas de creatividad.

Cuando miras hacia atrás, ¿hay algún momento o aspecto del camino recorrido que identifiques como especialmente significativo o que te haga sentir un orgullo especial?

Más que un momento concreto, lo que me llena de orgullo es que el proyecto siga siendo familiar y que lo saquemos adelante entre mi mujer y yo, poniendo todo el esfuerzo en ofrecer calidad real. Y algo que valoro muchísimo es el contacto directo con las clientas en las ferias, allí es donde hablamos cara a cara con las clientas, donde escuchamos y aprendemos.

¿Qué os inspira para crear nuevos ovillos y trapillos?

Mis clientes son mi principal fuente de inspiración. En las ferias, cuando las clientas se acercan y hablamos, no solo me cuentan lo que hacen, me muestran qué necesitan. En mi cabeza ya imagino qué material podría encajarles mejor, qué textura, qué brillo o qué grosor les funcionaría según el proyecto. De esas conversaciones salen muchas de las ideas y nuevos productos que desarrollamos. 

Nuestra comunidad es el alma de Don Trapillo y Don Ovillo. Clientes, artesanos, diseñadores y amantes del trapillo que, día tras día, comparten sus creaciones y nos inspiran. 

Tienes uno de los expositores más veteranos de Creativa Barcelona y ahora también formas parte de su Comité Asesor. ¿Cómo ha evolucionado tu vínculo con la feria con el paso del tiempo?

Nuestra presencia en ferias empezó por iniciativa de mi mujer, que tuvo claro que era la mejor forma de darnos a conocer y llegar directamente al público. A partir de ahí fuimos construyendo la marca y ganando fidelidad edición tras edición. Al principio la gente compra por precio, pero se queda por la calidad y por el trato directo, y eso solo se consigue repitiendo presencia y escuchando a las clientas cara a cara.

Con el tiempo, la relación con Creativa se volvió más natural y cercana, hasta el punto de que me propusieron formar parte del Comité Asesor. Acepté porque me gusta aportar y ayudar desde dentro, siempre que pueda y el tiempo me lo permita. Al final, la feria es un espacio de comunidad.

Este año volvéis a Creativa con numerosos talleres. ¿Qué papel crees que tienen dentro de la feria?

Son fundamentales. Los talleres permiten que la gente toque el material, lo pruebe y se inspire. Este año volvemos con Gemma Ballesté, que siempre aporta creatividad y propuestas nuevas. Es una forma de mantener viva la conexión con la comunidad.

Con tantos años de oficio, ¿cómo ves el futuro del sector?

Lo veo lleno de posibilidades. Cada vez hay más interés por lo artesanal y por el valor de lo hecho a mano. Las tendencias las marca la comunidad, sus gustos, su ritmo, sus prioridades.